Formas de violencia de género tan sutiles que parecen normales —y que el 25N nos invita a nombrar

Existen formas de violencia de género tan silenciosas que pasan por cariño, cuidado o humor. El 25N es el momento para verlas, nombrarlas y detenerlas

Female with the feminist symbol painted in purple on her hand

Formas de violencia de género tan sutiles que parecen normales —y que el 25N nos invita a nombrar

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La violencia de género no siempre llega en forma de gritos, golpes o titulares escandalosos. A veces se esconde en gestos suaves, frases disfrazadas de preocupación y comportamientos que la sociedad ha normalizado tanto que cuesta identificarlos. Y es justamente esa sutileza lo que las vuelve peligrosas porque crecen en silencio, avanzan sin resistencia y dejan huellas profundas antes de que una mujer pueda darse cuenta de que lo que vive no es algo normal, sino una forma de control.

En el contexto del 25N, vale la pena hablar de esas violencias que no tienen la fuerza de lo evidente, pero sí el daño de lo constante.

“Solo quiero saber dónde estás”

Puede sonar a preocupación, pero cuando esa “atención” se convierte en seguimiento constante, localización obligatoria o exigencias de disponibilidad, ya no es cariño: es vigilancia. Que una pareja quiera saber cada movimiento no es amor; es control vestido de afecto.

Comentarios que minimizan

Frases como “te lo tomas muy personal”, “estás exagerando” o “tú siempre tan sensible” son formas de invalidar emociones. Cuando alguien reduce tus sentimientos a un “así eres tú”, evita hacerse responsable de sus actos y coloca la culpa sobre ti. Esto erosiona la autoestima sin que la violencia sea evidente.

“Te ayudo con los niños porque soy buen hombre”

Convertir las tareas de cuidado en actos heroicos masculinos refuerza la idea de que la responsabilidad del hogar es femenina. Esa desigualdad, tan instalada socialmente, también es violencia: limita tiempo, oportunidades y autonomía. No es ayuda; es corresponsabilidad.

Críticas a la apariencia disfrazadas de interés

“Ese vestido no te favorece”, “así no deberías salir”, “yo solo digo la verdad porque te quiero bien”. Cuando la opinión invade la libertad personal, ya no es consejo. Es un moldeamiento silencioso que busca que la mujer se adapte a las expectativas de su pareja, no a las propias.

Bromas que duelen, pero “no hay que tomarlas tan en serio”

El humor hiriente normaliza faltas de respeto. Cuando una broma se repite, apunta siempre en la misma dirección y hiere, deja de ser humor para convertirse en una herramienta de dominación. La risa no anula la violencia.

Tomar decisiones “por practicidad”

Elegir dónde vivir, qué gastos se priorizan, a qué horas se sale o con quién se convive no puede recaer en una sola persona. Cuando un hombre decide por ambos porque “es más fácil así”, se apropia de una autoridad que no le corresponde.

Hacer sentir que pedir límites es demasiado

Cuando poner un límite genera enojo, silencio, chantaje emocional o distancia, eso también es violencia. Una relación sana permite pedir espacio, claridad o respeto sin miedo.

Las violencias sutiles son las que más cuesta nombrar porque conviven con nosotras desde siempre, pero el 25N nos recuerda algo esencial, lo que se normaliza no siempre es sano. Y lo que se calla, no desaparece. Nombrarlas es el primer acto de libertad; rechazarlas, el comienzo de una vida más digna.

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