No hay duda que para mantenernos en forma es importante hacer ejercicio, descansar, hidratarse y por supuesto, llevar una dieta balanceada. Sin embargo, muchas personas no ven resultados en su cuerpo aún cuando llevan una rutina de entrenamiento y cuidan su alimentación.
En la mayoría de los casos, esto sucede cuando consumimos comida que creíamos saludable, pero que en realidad no lo es, o por no cuidar el tamaño de las porciones. Una buena idea para controlar las calorías que consumimos es incluir alimentos y bebidas con sustitutos de azúcar, que llevan más de 30 años en el mercado y su seguridad ha sido certificada por autoridades como la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) y la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) en México.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el consumo de azúcar recomendado para un adulto no debe ser mayor a seis cucharaditas al día. Puedes empezar agregando sustitutos a tu té o café, lo ideal es incluirlos también en los alimentos y bebidas que preparas durante el día y elegir aquellos productos en el mercado que los contienen.
En la actualidad hay muchas opciones con sustitutos, desde productos lácteos, bebidas y cereales, hasta esos ‘pequeños placeres’ como galletas, chocolate y helado, perfectos para que sigas disfrutando de tus antojos favoritos sin salirte de tu plan. Eso sí, cuidando tus porciones.
Por otro lado, puedes preparar tus propias recetas para mantener un equilibrio alimenticio. Los aderezos de tu ensalada y salsa de soya pueden ser los primeros condimentos a los que podrías sacar ventaja, empleando sustitutos de azúcar durante su preparación.
Además, la mayoría de ellos son mucho más dulces que el azúcar refinada (algunos hasta 600 veces más) por lo que solo necesitas una pequeña cantidad de estos para obtener el mismo sabor a cambio de un mínimo -o incluso nulo- consumo de calorías.
No se trata de eliminar por completo ciertos alimentos o bebidas, sino de saber elegir y tomar decisiones saludables. Acostúmbrate a leer las etiquetas de los productos que compras y adecuarlos a tus necesidades, para llevar un estilo de vida más saludable.
