Tu cuerpo y una noche de insomnio

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Estás cansadísima, pero no puedes apagar tu mente y conciliar el sueño. Esta es la travesía por la que pasas en una noche particularmente larga para llegar al día.

Tras un par de horas despierta en la cama:

Ves el reloj. Grrr. Tu frustración desencadena otra ronda del coctel de adrenalina y cortisol. Las respiraciones profundas podrían calmar tu mente agitada.

Luego de tres horas:

Te das por vencida y prendes tu laptop. La luz azul de la pantalla hace que se desplomen tus niveles de melatonina y engaña a tu cerebro, haciéndole creer que es de día. Además, tu mente está involucrada con lo que estás leyendo o viendo, lo que hace que estés aún más despierta.

Después de cinco horas:

El centro de sueño del cerebro finalmente gana la competencia y te quedas dormidita. Pero en lugar de fluir, tus ondas cerebrales están atoradas en una frecuencia alta, lo que provoca un sueño atropellado.

Unas siete horas más tarde:

Suena la alarma. Lo más seguro es que te despiertas cuando tus ondas cerebrales finalmente están entrando en la fase delta, asociada con el sueño profundo, de la que es mucho más difícil salir. Estás despierta, pero no has quemado una cantidad suficiente de adenosina, así que tu cabeza está nublada. Tomar un poco de café puede ayudar: la cafeína contrarresta los efectos de la adenosina.

A lo largo de la mañana:

La falta de descanso provoca que tu amígdala, el centro emocional del cerebro, esté más activa que de costumbre. Puede que te sientas de mal humor o, por el contrario, más simple que de costumbre. Mientras tanto, la corteza prefrontal del cerebro ?el centro del racionamiento y concentración? está arrastrándose. Tal vez te sientas como un desastre irritable, incapaz de concentrarte. Pero si te vas a la cama a la hora que acostumbras y te relajas con respiraciones profundas, deberías poder dormir bien esta noche.

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