Soltar no es rendirse, es reconocer cuándo algo ya no te suma. Personas, expectativas, versiones antiguas de ti misma. Aferrarte duele más que despedirte.
Cuando sueltas, haces espacio: para nuevas ideas, relaciones más sanas y una versión de ti que respira con más calma. No se trata de olvidar, sino de dejar de cargar.
A veces creemos que soltar es perder, cuando en realidad es dejarnos de lastimar. Nos aferramos a personas, ideas o etapas porque ahí nos sentimos seguros, aunque ya no nos hagan bien. Lo familiar se vuelve cómodo, incluso cuando duele.
Soltar no sucede de golpe. Es un proceso silencioso: primero dudas, luego resistes, después te cansas… y un día simplemente entiendes que mereces paz. No porque el otro haya cambiado, sino porque tú ya cambiaste.
Hay valentía en reconocer que algo ya cumplió su función en tu vida. Que insistir no siempre es amor, y que quedarte donde no floreces no es lealtad, es abandono propio. A veces, el acto más grande de amor propio es elegirte, aunque duela un poco al principio.
Porque cuando sueltas, no te quedas vacía: te quedas libre. Y desde ahí, todo lo que llega… llega mejor.
Mensaje Cosmo: Soltar no te quita nada que sea para ti. Te libera de todo lo que no lo es. ✨