¿Por qué los hombres se sienten amenazados por el feminismo en pleno 2025?

El feminismo no es una guerra contra los hombres, pero muchos lo perciben así. Analizamos las raíces culturales, emocionales y sociales detrás de su resistencia al cambio

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¿Por qué los hombres se sienten amenazados por el feminismo en pleno 2025?

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Un malentendido que sigue creciendo

El feminismo nació para buscar equidad, no revancha. Sin embargo, una parte de los hombres lo percibe como una amenaza directa. En redes sociales, foros y conversaciones cotidianas, se repite el mismo discurso: “el feminismo odia a los hombres”, pero esa frase, tan simplista como peligrosa, ignora la verdadera intención del movimiento y revela un miedo más profundo: el miedo a perder poder.

Durante siglos, el patriarcado colocó a los hombres en el centro de todo. Cuando un movimiento comienza a cuestionar ese privilegio, la reacción defensiva es casi automática. Lo que muchos interpretan como ataque es, en realidad, una invitación a replantear sus roles y emociones dentro de una nueva forma de convivencia.

La masculinidad que no se permite dudar

El sistema también daña a los hombres. Desde niños, se les enseña que deben ser fuertes, racionales y dominantes. Que mostrar vulnerabilidad los hace menos hombres, entonces, cuando el feminismo promueve empatía, autocrítica y corresponsabilidad emocional, para algunos esto suena como una pérdida de identidad.

De acuerdo con la psicóloga mexicana Mariana Ortiz, experta en masculinidades, “muchos hombres no están enojados con el feminismo, sino con la incomodidad que les genera verse a sí mismos desde fuera del poder”. En otras palabras, el feminismo no los enfrenta: los confronta con su propia educación emocional pendiente.

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La masculinidad que no se permite dudar

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Internet, el altavoz del resentimiento

Las plataformas digitales han amplificado el discurso antifeminista. Influencers, youtubers y comunidades online alimentan la narrativa de que el feminismo divide o humilla a los hombres. Pero detrás de ese ruido hay una paradoja: mientras más mujeres ganan voz y visibilidad, más evidente se vuelve el miedo de quienes se sienten desplazados.

La sociología lo explica como una crisis de estatus: cada avance femenino en derechos, liderazgo o independencia económica reconfigura jerarquías que antes parecían naturales. No es que los hombres pierdan espacio; es que ya no lo tienen todo asegurado.

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Internet, el altavoz del resentimiento

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Reeducar, no señalar

El feminismo necesita aliados, no adversarios. Y el punto de partida no está en la culpa, sino en la conciencia. Reconocer los privilegios, aprender sobre nuevas masculinidades y escuchar activamente a las mujeres son pasos concretos para desmontar ese enojo heredado.

El objetivo no es que los hombres se sientan menos, sino que se relacionen mejor. Porque cuando la igualdad se convierte en costumbre, nadie tiene que enojarse por ella.

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