Un alto al regateo✋ Te decimos por qué no debes hacerlo

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Si crees que siempre es bueno negociar por un mejor precio, tienes que leer esto.

Sales de vacaciones y decides comprar artesanías para la tía, el primo, tu mejor amiga, el perro del vecino, etcétera. Mientras andas muy entretenida en “el chopin” escuchas la frase “¿ya es lo menos?”. Esta tradicional y muy mexicana práctica necesita un alto en seco.

El valor del trabajo

Cuando vamos al doctor ni de broma le decimos que nos dé un precio “de cuates”. Aunque sí sucede con algunas profesiones, especialmente en las creativas, regatear el precio final es algo que no deberíamos hacer. Es una falta de respeto al esfuerzo y al trabajo. Vemos una blusa tejida hermosa y nos parece caro pagar 1,000 pesos por ella, no nos damos cuenta del proceso que hay detrás. Muchas de las prendas que realizan los artesanos mexicanos están hechas con pigmentos naturales, extraídos de plantas, flores o frutas; los tejidos también tienen un proceso hecho a mano, que además de todo, es sustentable. Suena paradójico que discutamos el trabajo que hacen nuestros artesanos, pero en cuanto una marca grande habla de la inspiración que tuvieron en nuestro país, nos da por romper el cochinito y queremos comprarlo todo, muy orgullosos.

¿Por qué los artesanos aceptan el regateo?

Ellos admiten las “ofertas” que les hacen los clientes porque de no hacerlo, ni siquiera recuperan el costo de sus materias primas. En general, los artesanos mexicanos ganan menos del equivalente al salario mínimo en México y aunque algunos cuentan con apoyo por parte del gobierno federal, no les es suficiente para vivir dignamente. Esto se debe a varias razones, entre ellas que el Fondo Nacional de Fomento a las Artesanías (Fonart) tiene un presupuesto reducido, pero principalmente la responsabilidad cae en la falta de comercio justo. En una entrevista, Natalia (el nombre fue cambiado porque esta artesana teme que sus palabras puedan tener una reacción negativa) nos comentó: “Normalmente, el mexicano regatea pro- ductos más elaborados, porque le parecen caros. Nos vemos en la necesidad de aceptar el precio que nos ofrecen, mismo que termina siendo el que gastamos en materia prima, entonces la ganancia es poca o inexistente. Son los extranjeros los que le dan un valor justo a nuestras artesanías. Nos dicen que les parece algo muy lindo, les atrae el colorido y se sorprenden con nuestro trabajo (que va de generación en generación), les gusta todo lo que nos hace únicos”.

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Las consecuencias

No queremos sonar alarmistas, pero es una realidad: nos estamos quedando sin artesanos. El gobierno contribuye con el 14% del gasto total por concepto de adquisición en artesanías, sin embargo, cada vez son más los maestros que –por necesidad– deciden dejar atrás sus tradiciones y lo creativo para dedicarse a comerciar.

“Natalia” nos comentó cómo sucede esto: “Comerciantes de la zona llegan con ‘artesanías’ hechas en China, las venden a un buen precio, por lo que muchos miembros de la comunidad han preferido solo vender. Ellos ya no dedican el tiempo y esfuerzo a realizar una artesanía, pero tampoco sufren pérdidas. Es feo, porque somos pocas las que seguimos en la práctica del tejido del telar, desde hace mucho nos reemplazaron las máquinas, pero esos productos no tienen el corazón que ponemos en nuestros tejidos”.

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