Texto por: Jessica Servín Castillo
Te cuento cómo superamos ese miedo no con trucos rápidos, sino yendo a la raíz
¿Te tiemblan o sudan las manos? Tu voz se empieza a quebrar y todo lo que habías estudiado se te olvida porque tu mente se apaga justo cuando vas a hablar en una junta, presentar un proyecto o tan solo decir tu opinión. La escena es común, pues el miedo a hablar en público es de los más extendidos entre las mujeres... y no, no es una simple casualidad.
“Desde niñas, nos lanzaban a hablar sin herramientas emocionales. Nos decían: '¡Sal y habla’, sin enseñarnos cómo hacerlo”, explica Claudia Gutiérrez, experta en imagen personal y comunicación en público. “Así crecemos, con ese miedo, y nunca abordamos el origen, solo se espera que lo resolvamos a base de nervios”. La clave, dice, no está en fingir seguridad sino entender porque sentimos lo que sentimos.
No más parches: hay que ir a la raíz
Olvídate de los “haz respiraciones profundas y todo irá bien”. Claudia los llama tips rápidos, útiles para bajar la ansiedad momentánea, pero ineficaces si no resolvemos el problema de fondo. “Las respiraciones no van a curar una historia no resuelta. Hay que preguntarse qué me contó sobre mí que me hace creer que no puedo hablar. ¿Desde cuándo creo que mi voz no es suficiente?”.
Claudia propone trabajar con herramientas más profundas: identificar creencias limitantes, cambiar el mindset fijo por uno de crecimiento y, sobre todo, revisar la historia que nos contamos sobre nosotras mismas, y ahí la pregunta es inevitable: ¿se puede pasar del pánico escénico al placer escénico?
Claudia no duda: “Sí se puede, porque a mí me pasó. Pero hay que cambiar el foco. Dejar de pensar cómo me veo y empezar a preguntarse qué valor estoy entregando”. La transformación ocurre cuando el ego deja de tener el micrófono. Cuando la presentación ya no es sobre ti, sino sobre lo que puedes aportar a quienes te escuchan.
Introvertida, nerviosa, ¿y qué? El poder está en ti
A diferencia de lo que muchos creen, ser introvertida no es una desventaja para hablar en público. De hecho, puede ser un superpoder. “Las personas introvertidas tienden a conectar más emocionalmente con la audiencia. Lo importante no es la personalidad, sino trabajar la seguridad interna y conocer bien a quién te diriges”, explica Claudia.
Entonces nos da otro consejo y me cuenta que hablar sin miedo empieza en casa, y recomienda que nos grabemos grabemos hablando de temas cotidianos. “Revisa las grabaciones al día siguiente, escribe una checklist de lo que puedes mejorar y ve avanzando. Por ejemplo, dejar de mover las manos, usar otro tono, en fin... pequeños pasos, gran impacto”. Porque cuando no sabes qué decir, tu cuerpo lo expresa todo. La postura, los gestos, el uso del espacio: cada movimiento comunica.
“La postura es clave. Una buena postura puede cambiar no solo cómo te ven, sino cómo te sientes. Es un círculo que se retroalimenta”, me revela. Y no solo el cuerpo: la imagen también proyecta seguridad. Claudia sugiere elegir colores de autoridad, como el azul marino, gris o blanco; usar peinados pulidos —como un chongo elegante— y cuidar los detalles. “Lo que proyectas te ayuda a sentirte. Y lo que sientes, todos lo ven, lo transmites”.
Tu alter ego te espera
Uno de los ejercicios más poderosos que Claudia recomienda es crear un alter ego: una versión empoderada de ti misma diseñada para hablar en público con autoridad, seguridad y claridad. “No es un disfraz es la mejor versión de ti y se activa fácilmente con unos lentes, un anillo o algo que funcione como símbolo. Lo importante es que lo sientas auténtico”.
Este personaje puede ayudarte a romper bloqueos mentales, construir confianza y, en especial, desarrollar una presencia escénica natural. No se trata de fingir, sino de activar tu potencial. Hoy, más que nunca, tu voz importa. No solo para hablar en una reunión, sino para liderar, motivar, inspirar... para estar presente. Para que te escuchen. “Hablar en público no es cuestión de técnica, sino que es una herramienta de poder. Es saber que tu voz puede transformar, convencer, movilizar”, finaliza. Así pues, ¿cuál es el primer paso? Dejar de temerle a tu propia voz.