Por Jessica Servín Castillo
La nutrición es un tema que, además de lo físico, también está profundamente ligado a la mente y las emociones. Según Sosa Jones, licenciado en nutrición dietético y Life Coach certificado, uno de los problemas más prevalentes en la relación que tenemos con la comida es el vínculo emocional y, a veces, tóxico que se forma desde la infancia.
“Siempre escuchamos frases como la de estás gorda o no comas eso, vas a engordar, y crean un estigma negativo alrededor de la comida que muchas veces perdura hasta la adultez. Este tipo de comentarios, más que afectar el aspecto físico de las personas, impactan en su bienestar emocional, haciéndoles vivir en constante lucha con su cuerpo y sus hábitos”, nos dice.
Dependencias emocional
Desde pequeños, nuestros padres o figuras cercanas a veces nos enseñan a “consentirnos” emocionalmente a través de la comida. “Cuando estás triste, un helado te hace sentir mejor” o “un pastel en una celebración te reconforta”, son ejemplos de cómo se nos educa a asociar ciertos alimentos con emociones. Este patrón, si no se controla, puede evolucionar hacia una relación tóxica con la comida, donde, en lugar de nutrirnos, la comida se convierte en una forma de lidiar con el estrés, la ansiedad o la tristeza.
En su práctica profesional, Sosa ha visto cómo este comportamiento se mantiene a lo largo de la vida, especialmente en situaciones de alta carga emocional. Muchas personas no comen de manera consciente, sino impulsiva, buscando ese “apapacho” emocional. Sin embargo, cambiar esta relación implica un trabajo de concientización, basado en estrategias claras y objetivos realistas, siempre bajo la supervisión de un profesional.
El camino hacia una alimentación consciente
Para empezar a mejorar la relación con la comida y lograr un cambio duradero, Sosa propone un enfoque basado en la evaluación de hábitos y la medición de resultados. Ya sea a través de exámenes de sangre, estudios de composición corporal o simplemente observando los cambios físicos y emocionales que se experimentan, el primer paso es tomar conciencia de nuestra situación actual.
Una vez evaluado el punto de partida, hay que crear una estrategia personalizada que debe considerar si la meta es ganar peso, aumentar masa muscular o reducir grasa corporal. Lo crucial es establecer un plan de alimentación realista, que se pueda integrar al estilo de vida de manera gradual y sostenible. Para Sosa, la clave está en consumir alimentos de calidad y tener un enfoque equilibrado que incluya proteínas, carbohidratos complejos y grasas saludables.
Proteínas y harinas: aliados o enemigos
Como siguiente paso, toca desmitifica algunos de los mayores tabúes alimenticios: las proteínas y las harinas refinadas. Y es que, muchas personas temen a las proteínas por la creencia errónea de que pueden causar aumento de peso. Sin embargo, Sosa aclara que las proteínas son esenciales para la saciedad y el desarrollo muscular, además de ayudar a regular los niveles de insulina en sangre.
“Lo importante es consumir proteínas de calidad, como las carnes magras, los huevos o las legumbres, y evitar los alimentos ultraprocesados que a menudo contienen proteínas de baja calidad. Por otro lado, las harinas refinadas, al ser un hidrato de carbono simple, provocan un rápido aumento de insulina en el cuerpo, lo cual puede desencadenar un ciclo de hambre y antojos poco saludables. Lo mejor es optar por carbohidratos complejos, como la avena, que aportan fibra y ayudan a mantener los niveles de insulina estables”, nos dice el Life Coach.
La alimentación consciente y el balance
El gran desafío, entonces, es encontrar el balance entre los alimentos procesados y los alimentos enteros. Aunque los alimentos ultraprocesados pueden ser convenientes, su consumo excesivo es perjudicial para la salud. Por eso, el experto propone que el 80% de lo que consumimos debe provenir de alimentos enteros, aquellos con un solo ingrediente, como frutas, verduras, carnes magras, y legumbres. Los alimentos procesados, por su parte, deben reducirse al máximo y consumirse con moderación.
Otro punto importante es no demonizar los carbohidratos, sino de saber elegir los más saludables. A veces, pequeños ajustes como elegir un aderezo más saludable o sustituir un jugo procesado por agua con frutas pueden marcar una gran diferencia. La clave es lograr un equilibrio que no solo nutra el cuerpo, sino que también respete las necesidades emocionales sin caer en excesos.
Hacia una alimentación más consciente
La relación que tenemos con la comida es mucho más que un simple acto de alimentarnos, es un reflejo de nuestras emociones, de lo que hemos aprendido desde pequeños y de cómo nos enfrentamos a los desafíos de la vida. Cambiar esta relación tóxica con los alimentos requiere un enfoque consciente, estratégico y equilibrado, que nos permita transformar nuestros hábitos alimenticios sin caer en extremos. La clave está en educarnos sobre lo que realmente necesitamos para nutrir nuestro cuerpo y mente, para alcanzar un bienestar integral.