Investigamos el flechazo, esa repentina explosión de emoción que se produce al encontrar la pareja ideal. ¿Es solo un fantasma que perseguimos tontamente o tiene visos de realidad?
POR LOLA FERNÁNDEZ
Nada es lo que parece cuando se trata del amor a primera vista. Quien diga que no existe, se equivoca. La antropóloga y neurobióloga Helen Fischer, autoridad mundial en cuestiones del corazón, lleva años levantando acta del fenómeno: en su encuesta anual para el portal match.com en Estados Unidos, casi el 50% de las personas dice haberlo vivido.
ESPAÑOLES, LOS MÁS ROMÁNTICOS
Según un estudio de la app de citas dua.com, España es uno de los tres países europeos que más creen en el flechazo, tras Eslovenia y Rumanía. La firma sueca de juguetes eróticos Lelo midió exactamente cuánto: un 50% de los españoles cree en el amor que se presenta, ¡chas!, de golpe. “El amor a primera vista sucede cuando, al ver por primera vez a una per- sona, sientes de inmediato una conexión poderosa, una emoción inexplicable que eleva la temperatura corporal y acelera el corazón”, explica Valon Asani, experto en relaciones de dua.com.
No exagera ni una coma, como compruebo en mi grupo de BFFs en WhatsApp: ocho de 15 hemos experimentado esos síntomas al menos una vez. “Quizá no tan exagerado, pero yo sentí un vuelco en el corazón la primera vez que vi a mi ex. Y me puse rojí- sima”, relata Ada (26 años). “A mí sí me dio fuerte, pero no sé si llamarlo flechazo porque no llegó a más. Estuvimos juntos apenas un par de semanas”, explica Manuela (28).
Esta confesión es interesante. Parece que la atracción instantánea no solo ha de desa- tar ese torbellino de emociones, sino que debe concretarse en una pareja duradera. De hecho, esa magia es lo más controvertido del flechazo: se supone que señala a nuestra media naranja, a la pareja por destino. Pero esto es una pura cuestión de fe. Y es justo la fe lo que explica que tres países tan distintos como Eslovenia, Rumanía y España puntúen tan alto en este asunto: “En ellos sigue siendo muy importante la religión católica, que suscribe la teoría de las almas gemelas –explica Asani–. También pervive una fuerte cultura romántica a través del arte, la literatura y la música”.
Asani tiene razón: más de la mitad del catálogo español de Netflix y casi todo el de Wattpad se alimenta del flechazo y sus variaciones. “Este concepto ha capturado nuestra imaginación a través de películas, libros, series y cancio- nes donde nos pintan encuentros mágicos y apasionados”, confirma Ainoa Espejo, coach personal y
de relaciones de Aihop Coaching. “Desde el primer contacto queremos sentirnos únicas, especiales, elegidas, deseadas... conectadas. Incluso puede que deseemos ejercer cierto poder sobre el otro: volverle loco, cegarle de pasión. Deseamos sentir un torbellino de ilusión y motivación, una energía de vida, un brote de autoestima, un soplo de aire fresco que nos saque de la monotonía. Una mezcla de emoción, atracción y la esperanza de encontrar algo único en esa persona”, cuenta Espejo. Seguro piensas lo mismo: esto suena bastante a sexo a primera vista. Eso es lo que diagnostica Florian Zsok, al frente de un estudio de la Universidad de Zurich sobre el flechazo: “Alguien que cree que se ha enamorado en segundos siente, simplemente, una fuerte atracción”. Anna Machin, investigadora de la Universidad de Oxford, lo denomina “deseo a primera vista”.
UN FENÓMENO BIOLÓGICO
Visto así, resulta que hemos recubierto con una irresistible capa de romanticismo un fenómeno puramente bioló- gico. Pero no toda la ciencia sostiene esta opinión. Helen Fischer defiende que el flechazo no es ningún filtro que romantiza el deseo sexual, sino un mecanismo biológico real. “A través de la resonancia magnética cerebral hemos descubierto que el amor romántico es una ruta que atraviesa el cerebro, similar a la del hambre y la sed. Estas sensaciones fisiológicas te mantienen vivo y el amor romántico te impulsa a emparejarte: ambos son mecanismos de supervivencia. Como el miedo, el amor romántico puede activarse de forma instantánea: es el fle- chazo. Puede aparecer alguien en cualquier sitio que encaja en tu mapa incons- ciente del amor: edad, complexión, lenguaje corporal, voz... Se acerca o te sonríe y activa ese circuito cerebral que dispara el flechazo”, detalla la antropóloga. Sea deseo encubierto o un impulso natural, lo cierto es que ser tocados por las flechas de Cupido nos resulta francamente atractivo. Incluso adictivo.
“Es una de las experiencias humanas más intensas y, sin duda, algo más fuerte que el impulso sexual. El amor romántico es una de las sustancias más adictivas que existen”, asegura Fisher. La pregunta es cómo evitar engancharnos a su intensi- dad. Para Ainoa Espejo, lo ideal es no pedirle al flechazo más de lo que puede dar: excitación compartida.
“Las mujeres podemos interpretarla como amor debido a la tendencia cultural a buscar relaciones significativas. También puede ocurrir que la fuerte emoción inicial nos engañe sobre la autenticidad interna de la conexión. Por eso es importante saber que el afecto duradero requiere tiempo y experien- cias compartidas”.