Texto por: Paka Díaz
Te contamos todo lo que debes saber para aclararte. Y recuerda: solo tú decides
Para Patricia*, de 27 años, el camino de la bisexualidad no ha sido sencillo. “Mis amigas me preguntaban si era bi y siempre lo negaba, aunque mi crush era Dulceida. En la escuela me gustaban chicas y chicos y tonteaba con ambos, pero solo estaba con chicos”, explica.
Aunque internamente ella “lo tenía claro”, pero le preocupaba cómo lo tomarían sus papás: “Son abiertos, aunque muy creyentes, e imaginaba que no les iba a hacer gracia”. Al irse a estudiar a Madrid, empezó a probar con mujeres y se lo contó a su entorno cercano. “También lo saben mi hermana y su novio, pero voy despacio. No quiero agobiarme ni tener ansiedad, como he visto que le pasaba a alguna amiga lesbiana”, asegura. Su caso no era único.
Un camino complicado
Que la bisexualidad sea algo que genere indecisión tiene sentido si pensamos que no se empezó a nombrar hata la eliminación de la homosexualidad del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales en 1973. Paula Alcaide, experta en psicología afirmativa lesbiana, bisexual y queer y autora del libro Cómo superar un bollodrama (ed. Egales), cuenta que las dudas más frecuentes son “sobre el proceso de autoaceptación y lo que implica: falta de referentes y de marca social, la presión social monosexual… La persona siente que tiene que significarse como hetersexual, o sea, la norma, o como lesbiana”.
Esa falta de espacio para la identidad bisexual es un clásico. Porque lo cierto es que alrededor de las mujeres con esta orientación hay cierto halo de morbo, pero poco más. “Por no tener, no tenemos ni estereotipos. A las lesbianas, si nos vestimos en plan masculino, nos llaman camioneras, o heteras si no lo hacemos.
Pero ¿has pensado si hay algún término para las bisexuales? Eso dice mucho de lo silenciadas que hemos estado siempre”, analiza Sandra Bravo, periodista, austria de libros como Si te he amado no me acuerdo (ed. Continta me tienes) y creadora del proyecto de divulgación Hablemos de poliamor.
Esa conceptualización de la bisexualidad, como un lugar menos definido “puede dar una sensación de vértigo, genera un búsqueda de validación y certezas y puede provocar problemas interpersonales que afectan a la salud emocional, provocando soledad, ansiedad, depresión…”, afirma Paula Alcaide.
Dudar sobre tu identidad
En 2021, un 2.8% de las mujeres se consideraban bisexuales. En 2025 la cifra aumentó al 7.5%, según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Casi una de cada cuatro personas de 18 a 24 años se considera bi; sin embargo, los estereotipos lastran al colectivo. Desde tacharles de promiscuos hasta negarles la existencia.
Eso es justo lo que hacen quienes dicen que, en realidad, a una persona bisexual el debe gustar más uno de los sexos. Lo apuntaba Dulceida en una entrevista en Cosmo España: “Siempre están pidiéndome que me decida”.
La influencer confesaba que le siguen echando en cara ser bisexual, como si fuera algo inexistente. Estos juicios –que encierran una clara bifobia–, son una de las principales causas por las que las personas bi sienten dudas, miedos y hartazgo. “Yo decidí no ponerme la etiqueta porque mi vida privada es mía.
También me agotaba la idea de contarlo, porque sabía qué escucharía. Por eso te he pedido salir con otro nombre, no el mío real”, confirma Andrea*", de 37 años. A veces, cuando no se tiene claro, existe una bifobia interiorizada, según cuenta la psicóloga Paula Alcaide. “Puede que hubiera algo de eso, todos tenemos prejuicios, hasta en el colectivo LGTBQ+.
Aunque creo que en mi caso era flojera y miedo a los juicios”, reflexiona Andrea: ella intuía que le atraían las mujeres, pero solo había estado con hombres. Un novio le propuso hacer un trío con otra chica y “fue revelador: ella y yo conectamos superbién. Me seguía gustando él, así que pensé que, en realidad, me gustaban los dos. Desde entonces no me cierro a nada. Aunque soy monógama, me gusta jugar si hay consenso con mi pareja”.
La triple discriminación
Los juicios y estereotipos, unidos al patriarcado y a la bifobia, conducen a una triple discriminación en el caso de las mujeres: por ser bisexual, mujer y joven. “Infantilizan la identidad bisexual con un estereotipo de poca madurez. Eso no ayuda a que se tome en serio a las mujeres bisexuales jóvenes”, comenta Alcaide.
“Hay tanta misoginia que muchas chicas prefieren refrenar su deseo antes que admitir que lo son. Y fijate en los hombres bisexuales, parece que no existen, que todos son gays”, apunta Bravo. Además, plantea otra cuestión: "¿Cómo sabemos que somos heterosexuales? Nunca nos hacemos esta pregunta y quizá debería ser la primera. Vivimos en una sociedad que presupone la heterosexualidad, y así la heteronormatividad marca todo”.
Problemas a la hora de ligar
Otro punto a considerar es cómo filtrar cuando eres bi. “Estamos socializadas como objeto de deseo, sea cual sea nuestra orientación sexual. Si quieren ligar con un hombre, todo bien, pero si te gusta una mujer... ¿quién lleva la iniciativa?”, pregunta Bravo. Cuando imparte sus talleres, comprueba que, aunque algunas han roto con los códigos patriarcales, para otras es un reto. “Tenemos miedo de copiar las formas masculinizadas, las únicas que conocemos. Los relatos sobre ligar están muy masculinizados”, sostiene.
La socialización de género afecta más a las bisexuales porque, señala, " tenemos más horas cotizadas con hombres. Por eso solemos irnos a lo conocido, a dejarnos ligar por ellos”. Además, Bravo considera que viven una cierta adolescencia tardía, pues “muchas salimos del clóset tarde.
Igual tienes 30 o 40 años y eres una adolescente bi que, obvio, no tiene las mismas tablas ni seguridad que tendría si hubiera empezado a explorar su deseo con 20 años”. Patricia admite que al coquetear con los hombres “soy más modosita al principio, y con ellas, más lanzada.” Además, destaca que “me pregunta mucho si el sexo es igual o sie extraño un pene cuando estoy con una chica. Es cansado. El sexo no depende del género, sino de las personas. Y no, no echo de menos nada con otra mujer”.
A Ana le parece que “aunque cambian códigos, al final es lo mismo. Tonteas, te ríes y, si fluye, acaba en una buena noche o con una relación”. Ella ha estado con dos hombres más de un año y también con una mujer, mientras que Patricia solo ha tenido una relación larga con una chica: “Por ahora, no tengo ganas de nada estable”. A las dos les parece que presentarse como bisexuales condiciona a las personas. En opinión de Andrea, “te convierten en una diosa sexual. Un tipo me confesó que busca solo a mujeres bi en Tinder”. Patricia destaca que “piensan que les vas a ser infiel o empiezan con lo de si prefieres a los hombres o a las mujeres. Por eso, solo lo cuento cuando tengo confianza”.
No estás sola
A la hora de lidiar con ello, Paula Alcaide recuerda la importancia “de la búsqueda de iguales, ya que rebaja la bifobia interiorizada, sube la sensación de pertenencia y mejora la autoestima”. Recomienda libros de referencia como Bi, apuntes para una revolución bisexual, de Shiri Eisner, o Resistencia bisexual, de Elisa Coll. “Y, sobre todo, rebatir y no aceptar comportamientos irrespetuosos de nadie. Tu proceso de aceptación es único, pero no estás sola”, concluye. Como añade Sandra Bravo, “somos muchas más de las que pensamos. Intentamos rodearnos de gente bonita, de la que nos cuida, con quien poder ser quienes somos.