Seguro alguna vez te ha pasado que andas a full de pendientes, le pides a tu pareja que te ayude con algo sencillo, ya sea doblar la ropa, preparar la cena o recoger algo de la tienda, y su respuesta es un “no sé cómo hacerlo” o un “mejor hazlo tú, te sale mejor”.
Más allá del inmenso coraje que esto pueda generar, por “inofensivo” que parezca, si se convierte en una constante, podrías estar lidiando con algo más serio, la famosa incompetencia estratégica o weaponized incompetence.
Este término, que ha ganado popularidad en los últimos años, hace referencia a cuando alguien actúa como si no supiera hacer algo para evitarlo y lograr que otra persona lo haga por ellos. Aunque no siempre es con mala intención, este comportamiento va dejando un desgaste silencioso en la dinámica de pareja. Porque una vez puede parecer un descuido, dos veces un mal hábito, pero cuando te das cuenta que tú haces el 80% de todo y él “no sabe” cómo usar la lavadora, es momento de hacer cambios en la dinámica.
El problema con la incompetencia estratégica es que va creando un desequilibrio. Una persona se encarga de más responsabilidades, mientras la otra se deslinda. Con el tiempo, esto puede provocar cansancio físico y emocional, y también una sensación de injusticia que no siempre se expresa, pero que se acumula. Y cuando eso pasa, es fácil caer en la frustración, en el resentimiento e incluso en discusiones que parecen salir de la nada.
Hablarlo de forma clara es lo mejor que puedes hacer al respecto. No desde el reclamo, sino desde lo que sientes, cómo te gustaría que la carga se comparta de forma justa, que no necesitas perfección, sino intención. Establecer acuerdos sobre las tareas del hogar o los compromisos del día a día puede ayudar a reequilibrar las cosas.
La incompetencia estratégica no tiene por qué ser el fin de una relación, pero sí es una señal de alerta que vale la pena trabajar. Porque amar también implica colaborar, asumir responsabilidades y construir algo en equipo.