MI MEJOR ENCUENTRO ÍNTIMO DE TODOS FUE… en la última fila de un avión”

Una escritora recuerda su descarada admisión al club de la milla alta...

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Por Chantel Leigh
Traducción Regina Balderas

Ayden* era diferente a cualquier otro chico que había conocido antes. Sobre todo porque era el único con quien podía igualar mi insaciable deseo sexual. Desde polvos rápidos en el sillón hasta fines de semana enteros en la cama, las horas pasaban pérdida bajo las sábanas y los cuerpos del otro. Ayden sabía exactamente lo que quería, lo que necesitaba, cómo excitarme y cómo hacerme terminar. Ya fuera gentil o cuando se lo pedía rudo, romántico o sucio; pasión frenética o sexo mañanero soñoliento. Me conquistaba de todas las maneras físicas posibles.

Así que, cuando abordamos un vuelo a Francia, solo apenas seis semanas después de nuestra primera cita, sabía que nuestro viaje a Toulouse estaría lleno de sexo, Mucho sexo. Sólo que no sabía que tan pronto iniciaría.

Todavía con los cinturones abrochados, apenas habíamos cruzado el Canal de la Mancha cuando la azafata hizo un anuncio. Haríamos un aterrizaje de emergencia en París, dijo, para dejar a un pasajero.

Los rumores se propagaron por los pasillos mientras todos estiramos el cuello por encima de los reposacabezas, con la esperanza de ver algo de drama. Se oían gritos al frente, un alboroto entre el personal, pero allá atrás, en la última fila del avión, no teníamos idea de lo que estaba pasando.

Ayden giró hacia mí, y sus brillantes ojos azules resplandecieron mientras me lanzaba su sonrisa más pícara. Sabía exactamente lo que significaba esa mirada.

Se me encogió el estómago involuntariamente. Sentí un calor intenso. Me incliné y lo besé con fuerza, haciéndole saber que cada centímetro de mí estaba lleno de deseo. Le puse mi mano en su pecho, le tiré de la camisa y le susurré: “no puedo esperar por estar en nuestra habitación de hotel”.

Movió sus labios suaves a mi oído, hizo una pausa. Pasó un instante, lleno de una anticipación provocada. “¿Por qué esperar?”, murmuró.

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Un calor me recorrió el cuerpo y asentí, sin querer decir las palabras en voz alta. Sin querer que parara. Y con eso, su palma rozó con valentía mi rodilla derecha, rozando mi piel desnuda mientras deslizaba la mano por debajo del borde de mi vestido. Inhale profundamente, mientras desaparecía bajo el dobladillo. Mi sangre se aceleró y mi respiración se volvió agitada.

Mientras sus dedos subían por mi muslo, dejando un rastro de sensaciones, miré alrededor del avión. Nadie nos observaba y mientras su cuerpo reaccionaba instintivamente a su atención, humedeciendose entre mis piernas, perdí toda sutileza y me incliné hacia su tacto.

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Estábamos aislados en la parte trasera del avión, con algunas filas vacías delante, pero eso no impidió la emoción de que alguien pudiera cacharnos en cualquier momento.

Moviéndome en mi asiento, separé lentamente las rodillas, animándolo a entrar, mientras colocaba su abrigo sobre mi regazo ocultando la mano de Ayden debajo.

Con un sútil giro de muñeca, las yemas de sus dedos finalmente encontraron el borde de mi tanga negra, rodeando el encaje, hasta que, de repente estuvo dentro de mí, Jadeé en silencio, mi cuerpo se contrajo a su alrededor, mientras giraba su rostro hacia el suyo.

Cuando los dedos de Ayden comenzaron a moverse, entrando y saliendo, dando vueltas y vueltas, intenté desesperadamente mantenerme quieta, hundiendo mi cabeza en su cuello para ocultar las oleadas de placer que me recorrían. Aùn sentía la presencia de la gente de delante, pero las miradas furtivas me decían que nadie se daba cuenta. Y eso lo hacía más travieso.

Acurrucada en mi asiento, me relajé y disfruté cada instante del momento. Y a medida de que el avión comenzaba a descender, los movimientos de Ayden se intensificaban, me acercaba cada vez más al clímax. Clavé mis uñas en sus jeans y apreté la boca con fuerza, cualquier cosa para contener los ruidos que amenazaban con escapar.

Echando su cabeza hacia atrás para posar su labios sobre los míos, Ayden me embistió una última vez. Y justo cuando las ruedas tocaron tierra, me derrumbé, sumergiéndome en un mar de éxtasis silencioso.

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EL CONTENIDO DE ESTE ARTÍCULO ESTÁ BASADO EN EXPERIENCIAS PERSONALES Y LOS LECTORES DEBEN TENER EN CUENTA QUE PARTICIPAR EN ACTOS SEXUALES EN UN LUGAR PÚBLICO, COMO UN AVIÓN, CORRE EL RIESGO DE TENER CONSECUENCIAS LEGALES, DEPENDIENDO DE LA JURISDICCIÓN LEGAL EN LA QUE SE ENCUENTREN Y DE LA AEROLÍNEA EN LA QUE VUELEN.

*LOS NOMBRES HAN SIDO CAMBIADOS.

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