En busca del orgasmo perdido

En busca del orgasmo perdido

Pasado un tiempo en tu relación, tu deseo y tu capacidad de sentir placer pueden bajar, ¡recupéralos!

En nuestros cuentos de hadas mentales deseamos un final feliz: “Y tuvieron orgasmos por siempre”, pero, quienes estamos en pareja por más de año y medio (promedio), comenzamos a experimentar una sensación de vacío sexual.

Ya pasamos a otra etapa y el ritmo de vida nos hace aterrizar con menos frecuencia en el colchón. Por si fuera poco, aunque nos hagamos el propósito de promover un encuentro con él, nos descubrimos inapetentes.

No queremos vivir una historia en que los amantes se vuelven amigos porque apenas se tocan, pero ¿dónde están las ganas? Pues siguen dentro de ti, ¡encuéntralas! Te decimos cómo:


Ya no estás dopada

Habrás escuchado sobre el enamoramiento químico. Una fase deliciosa en la que, al hacer clic con él, tu cerebro se inundó de feniletilanina, un neurotransmisor que cambió tu mundo.

La oxitocina te obligaba a buscar contacto, no podías despegarte de él, el cansancio no se hacía presente aunque llevaran siete horas de round. Y todo era excitante, orgásmico. Él era perfecto (o no tan imperfecto) y cualquier lugar era ideal para ponerse en el mood.

La dopamina hizo su trabajo. Sí, estabas dopada; por ende, tu deseo estaba elevadísimo, pero te hiciste resistente. Tu organismo (como el de todos) se defendió de ese ataque y tus niveles se normalizaron.

No dejaste de amarlo, de hecho dieron paso al amor verdadero, pero tampoco puedes revivir esa reacción química. No te alarmes, sí hay una solución y el sexo puede ser aún mejor; recuerda: la mejor etapa sexual siempre está en el presente.

Menos sexo, menos deseo

Es muy probable que después de ese “bajón” de sustancias, entre una situación y otra, su frecuencia de encuentros haya disminuido y quizás ni lo notaste.

Pudieron pasar años e incluso coincidir con cambios radicales de etapa, como vivir juntos, casarse o tener bebés. Hoy (con suerte) tienen sexo una vez por quincena. Tú a veces no te quejas (aunque te preocupa) porque no te sientes precisamente ardiente.

Lo que sucedió fue muy simple y se lo debes nuevamente a tu organismo. Al hacer el amor y tener un orgasmo, se activa nuestro núcleo de accumbens, un centro de recompensa en el cerebro.

Cuanto más se activa, más dopamina secreta y experimentas más placer, lo que te lleva a querer más. Trabaja como cualquier adicción, o sea, si tienes sexo con mayor regularidad, en vez de sentir menos deseo, te adaptarás a la nueva frecuencia y el cuerpo te pedirá más.

Por el contrario, si te acostumbras a cierta cantidad de sexo y la disminuyes, de inicio el deseo aumentará (como sucede con el síndrome de abstinencia) pero paulatinamente te ajustarás a la nueva frecuencia y la líbido a tenderá a bajar.

Por ello, sientes menos deseo, porque lo has fomentado menos, lo has activado en menor medida. Es paradójico, pero menos quieres cuanto menos tienes.

Para activar tu deseo el primer paso es comenzar por ser bondadosa contigo, por comprenderte. No va a aparecer el hada del deseo y te va a encender con su varita orgásmica. Tienes que exigirte y sacudir tus respuestas orgánicas. ¿Cómo?, sigue leyendo...

Autoerotízate

No todo autoerotismo es masturbación. El deseo requiere de una erótica de vida, de saber disfrutar. Si te impides percibir sensaciones, vivir en el ácido y sentirte horrible, no esperes que de la nada te surja un sistema de búsqueda de placer.

Darte un largo baño, cubrirte con una crema de un olor que ames, comer algo delicioso viendo una película, vestirte sexy, observar lo hermoso (sí, lo perfecto y hermoso) de tu cuerpo (porque es tuyo y por ello es perfecto), reírte, recibir un masaje, todo ello es erótica y, por tanto, activa tu deseo. Date permiso.

Y, claro, si quieres regalarte una buena sesión de estímulos genitales con o sin un juguete, compra un buen lubricante y recuérdale tú misma a tu vagina lo maravilloso que es sentir.


Resuelve ya

Analiza cómo vas con él. ¿Qué está pasando entre ustedes? Como todos, han tenido discusiones o desacuerdos, pero también puede haber situaciones de fondo que no han resuelto y que está “espantándoles” las ganas.

Tapar el sol con un dedo los llevará a explotar y tomar decisiones de manera frenética e inadecuada. Habla ya. Verás que conforme tomen acuerdos, la complicidad instará su necesidad de conectarse físicamente.

Igualmente es una oportunidad para detectar si ambos han evolucionado hacia distintos caminos y es momento de aprender a dejarse ir. Hay que ser valientes y asumir. El sexo es un termómetro.


¿Y si nada funciona?

La falta de deseo también puede suponer una disfunción. Puede tratarse de un trastorno del deseo o de la excitación, cada caso es distinto.

Definámosla como la incapacidad para vivir una respuesta sexual normal. Es decir, no hay un interés psicológico por tener relaciones (fase estímulo sexual efectivo) o, bien, lo hay pero el cuerpo no reacciona ante los estímulos y surge un deseo por escapar, por detener todo; dónde no tener ganas comienza a ser un trastorno, he ahí el debate.

La sexología no es una ciencia estricta, pero es claro que hay un trastorno cuando se vuelve un hecho constante y comienza a afectar el resto de las áreas de vida. El deseo sexual inhibido o hipoactivo implica un impulso sexual casi nulo o poco frecuente: hay pocas fantasías, falta de interés hacia los genitales.

Puedes pasar meses sin pensamientos sexuales. De ser así, acércate a un terapeuta sexual. Tampoco descartes las posibilidades médicas, sobre todo, tras un parto, una intervención quirúrgica o un accidente.

O si lo has vivido por más de un año, quizás pudieras presentar un cuadro endocrinológico, hormonal o neurológico. En este caso no dudes en pedir ayuda de un experto. ¡Vale la pena con tal de recuperar tu orgasmo!

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